Hoy Colombia llora a Miguel Uribe Turbay. Su asesinato no es un hecho aislado ni producto de la violencia común: es el reflejo de un país gobernado por Gustavo Petro, un presidente que llegó al poder con el respaldo de Nicolás Maduro y de las redes del narcotráfico. Un pacto oscuro que amenaza no solo a Colombia, sino a toda la región y a la seguridad de los Estados Unidos.
Estamos frente a una lucha que es espiritual y política al mismo tiempo. Una batalla en la que los regímenes aliados al comunismo —Cuba, Venezuela, Nicaragua— han perfeccionado un libreto criminal:
•Asesinar a líderes opositores para borrar cualquier alternativa democrática.
•Encarcelar a quien se atreva a alzar la voz.
•Someter al pueblo con hambre, miedo y propaganda amarillista.
•Blindar el poder mediante alianzas con grupos criminales.
La historia ya nos mostró el desastre cuando el narcotráfico penetra la política. Lo vivimos en la época de Pablo Escobar, cuando el dinero sucio compraba conciencias y las balas silenciaban vidas. Hoy, décadas después, el narcoterrorismo no solo ha vuelto… ha llegado a la presidencia de Colombia de la mano de Gustavo Petro.
Miguel Uribe representaba un obstáculo para ese proyecto. Era una voz joven, firme y opositora, con la fuerza para movilizar a un país cansado de la corrupción y la violencia. Por eso lo silenciaron. Su asesinato es un mensaje: el narcoterrorismo en el poder no tolera la disidencia, y está dispuesto a cruzar cualquier línea para mantenerse.
No es coincidencia que lo que hoy vive Colombia sea un espejo de lo que vivió Venezuela:
1.Líderes asesinados o inhabilitados.
2.Prensa libre acosada o destruida.
3.El hambre como herramienta de control social.
4.Criminales y dictadores operando como una sola maquinaria.
Colombia no enfrenta solo a un presidente cuestionado, enfrenta a un sistema criminal internacional que amenaza la estabilidad de toda América.
Es hora de decirlo sin miedo: Gustavo Petro es corresponsable del asesinato de Miguel Uribe. Su alianza con Maduro y el narcoterrorismo pone a Colombia en la misma senda oscura que destruyó a Venezuela. Si el mundo libre no actúa ahora, mañana será demasiado tarde.
Desde esta tribuna, hago un llamado a las naciones democráticas:
•A levantarse contra estos regímenes autoritarios.
•A no reconocer gobiernos que asesinan a su propia gente.
•A coordinar acciones para frenar a los responsables.
El asesinato de Miguel Uribe no puede quedar impune. Su nombre debe convertirse en un grito de resistencia, en una bandera de lucha contra la plaga que hoy avanza. La batalla del bien contra el mal está en su punto más crítico, y el mundo libre debe escoger de qué lado está.
Porque cuando el narcoterrorismo llega a la presidencia, solo una unión firme de las democracias podrá devolver la libertad a los pueblos.