El último contacto de Sulma Santos con su hermano José Osmín fue el 9 de abril a través de una llamada desde el centro de detención migratorio en el Estado de Nueva York donde llevaba un par de semanas. “Sulma, yo creo que me van a mover’, me dice. ‘Vamos a hablar rápido, porque puede ser que no volvamos a hablar, porque no creo que me den otro derecho a llamada. Ya vamos camino a El Salvador. Diles allá, a la Jovelina, que me vayan a esperar alrededor de las doce del mediodía’. ‘Sí’, le dije, ‘yo la voy a llamar y le voy a decir’. Pero no terminamos de despedirnos porque la llamada se cortó”, cuenta casi seis meses después la hermana por videollamada desde su casa en el pueblo de Glen Cove, en Long Island (Nueva York).
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