Fue, al menos indirectamente, uno de los mayores ejercicios de civismo ensayados por los cubanos en los últimos sesenta años. Bastaron 48 horas para que la ministra de Trabajo y Seguridad Social, Marta Elena Feitó Cabrera, dimitiera del cargo tras asegurar que en Cuba no existen mendigos, sino personas “disfrazadas de mendigos”. Las calles del país, repletas de “buzos” de tanques de basura, de ancianos durmiendo en los portales o de gente extendiendo la mano para pedir dinero desmienten lo que dice la ministra y rebaten la idea del proyecto social de la Revolución. Las declaraciones provocaron tal ola de repudio entre los cubanos dentro y fuera de la isla que esta crisis no solo terminó con la renuncia de la funcionaria, sino que llevó al gobernante Miguel Díaz-Canel, y a su primer ministro, Manuel Marrero, a discrepar con una de los suyos y reconocer públicamente la situación de “vulnerabilidad” en la que se encuentra parte de la población cubana.
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