En una pequeña cafetería de Valencia, un joven se encuentra en una encrucijada. Con el corazón dividido entre la idea de dejar su país en busca de mejores oportunidades y la firmeza de luchar por un futuro en Venezuela, decide buscar consejo. Se sienta frente a un político experimentado, un hombre que ha vivido las transiciones de la cuarta y quinta república y ha sido testigo de cómo la historia se escribe a través de la acción ciudadana.
“¿Debo quedarme aquí y seguir luchando, o es mejor irme?” pregunta el joven; su voz cargada de incertidumbre. *La situación en Venezuela es compleja*, y cada día parece más difícil. La falta de oportunidades, el éxodo masivo de jóvenes y la desilusión generalizada pesan sobre sus hombros.
El avezado político, con una mirada comprensiva, responde: “Entiendo tu dilema. Muchos de nosotros nos hemos preguntado lo mismo en tiempos difíciles. Pero recuerda, *el cambio no llega solo; requiere esfuerzo y compromiso de todos*. Tu voz y tu acción son esenciales para construir un mejor país.”
El político comienza a compartir su experiencia: “Durante la cuarta república, también enfrentamos crisis. La corrupción, la desigualdad y la desconfianza en las instituciones eran comunes. Pero hubo un momento en que la gente decidió actuar, y eso hizo la diferencia. La activación política y la participación ciudadana fueron fundamentales para generar cambios significativos. *Nunca subestimes el poder de una comunidad unida*”.
El joven escucha atentamente, sintiendo cómo las palabras del político resuenan en su interior. “Pero, ¿qué debo hacer si no veo resultados inmediatos? ¿Qué hacer si me siento frustrado?”, pregunta, con un tono de desánimo.
“Los cambios profundos requieren tiempo y perseverancia”, responde el político con firmeza. “No todo es instantáneo. La frustración puede ser parte del camino, pero *la resiliencia es lo que nos ha mantenido en pie*. Cada pequeño paso cuenta. Desde involucrarte en tu comunidad, hasta participar en elecciones o en movimientos sociales. Todo suma.”
El joven comienza a reflexionar. “Quizás tengo un papel más importante aquí del que pensaba”, admite, sintiendo una chispa de esperanza. “¿Y cómo puedo empezar a involucrarme?”. “Comienza por conectar con tu comunidad. Escucha, conversa y organiza. *La activación política se genera desde la base*, y tú puedes ser parte de ese cambio”, aconseja el político. “No se trata solo de votar; se trata de construir una cultura política donde se valore la participación de todos. La voz del joven es vital en este proceso”.
El joven siente cómo se disipan sus dudas. Comprende que su decisión de quedarse no solo es un sacrificio, sino una oportunidad para ser parte de la solución. “Quizás no sea fácil, pero estoy dispuesto a intentarlo”, dice con determinación.
Al final de la conversación, el político le da una última reflexión: “Recuerda, *Venezuela necesita de su juventud*. No dejes que la desesperanza te consuma. Cada acción cuenta, cada voz es valiosa. Juntos, podemos construir un futuro mejor”.
El joven sale de la cafetería con un renovado sentido de propósito. La decisión de quedarse y luchar por el país que ama no solo es un acto de valentía, sino también un compromiso con la transformación. *La activación política y la participación ciudadana son las herramientas para escribir una nueva historia en Venezuela*. Sin duda, el cambio comienza con cada uno de nosotros.
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