Primero fue Groenlandia. Después, Panamá y Canadá. Ahora, Gaza. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, que comenzó su nuevo mandato con declaraciones imperialistas de expansión territorial en América, ha ampliado sus miras hacia Oriente Próximo para lanzar una declaración que ha tomado al mundo por sorpresa: planea hacerse cargo de la Franja, “poseerla”, reconstruirla y —mientras tanto— expulsar hacia otros países árabes a 1,8 millones de gazatíes (el presidente empleó esta cifra, pese a que viven en ella unos 2,3 millones de personas). Se trata de un ejercicio de limpieza étnica. El anuncio, que este miércoles la Casa Blanca ha tratado de suavizar al asegurar que no implica necesariamente desplegar tropas estadounidenses, ha sido recibido —entre la clase política estadounidense y los expertos—, sobre todo, con estupor. En el caso de las organizaciones proisraelíes y legisladores del ala conservadora más radical, la reacción ha sido de júbilo.
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