
Los vecinos de Modelia se quedan absortos ante una docena de velas flameantes en el parque El Golfito. Miran, quedan en silencio, murmuran un par de palabras. Fue acá, el sábado, donde un sicario de 14 años intentó matar al precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay. Los habitantes de este barrio bogotano, como todo el país, siguen conmocionados. Leen un folleto de campaña pegado a una roca, rodeado por las velas, con el rostro del joven senador de derechas. “Vuelve la seguridad”, dice. Algunos se persignan y rezan para que Dios lo salve. Otros reflexionan sin pensar en ningún Dios y lamentan el regreso de la violencia política: hace 35 años que Colombia no veía un atentado contra un candidato presidencial. Luego de unos minutos, se retiran y llegan otros que repiten el mismo ritual. Sucede una y otra vez, sin pausa, toda la tarde.
Por Lucas Reynoso | EL PAÍS
El silencio solo se rompe cuando los vecinos comparten sus impresiones entre sí. Hablan de una comerciante a la que el sicario le preguntó quién era el político al que le iba a disparar, cuestionan las fallas de la custodia y señalan la dirección por la que el asesino intentó escaparse. Hay mujeres mayores que recuerdan que tuvo “una abuela solidaria”, en referencia a Nydia Quintero, una filántropa que lideró la Fundación Solidaridad por Colombia y que fue esposa del presidente Julio César Turbay (1978-1982). Hay personas más jóvenes que señalan que la madre del político fue Diana Turbay, una periodista secuestrada y asesinada por el narcotraficante Pablo Escobar en 1991. “Lo veíamos en la televisión desde que era un niño de tres o cuatro años”, comenta una mujer.
Oscar Suárez, un agente inmobiliario de 65 años, es uno de los participantes. Cuenta que se demoró en llegar porque fue difícil encontrar velas: se habían agotado en varios sitios y recién tuvo éxito en una papelería que se había reabastecido en la mañana. “Es verde porque es el color de la esperanza”, explica, junto a su esposa y su hija. Comenta que aún no tiene definido su voto, pero que el senador le simpatiza a él y a su familia porque es una de las opciones del Centro Democrático, el partido del expresidente derechista Álvaro Uribe (2002-2010). “Este peladito [joven] había recogido sus banderas. Le faltaba experiencia en el Gobierno, pero es una juventud bien preparada y hubiera funcionado con el respaldo de Uribe”, afirma.
Otros, en cambio, se desmarcan del uribismo. Sara Salgado, una mujer de 72 años, comenta que ella no tiene “un partido político definido” y que simplemente tiene dos políticos favoritos: Uribe Turbay y David Luna, una opción más moderada entre los políticos de derechas. Manuel Reggino, un trabajador de una compañía de seguros de la zona, dice que desconfía de los manejos políticos del expresidente y que prefiere opciones más extremas, como la outsider Vicky Dávila. “Uribe Turbay es más de un sector [acomodado] y apenas está empezando, mientras que ella llega a todos los estratos”, evalúa. Todos, no obstante, muestran su cariño al senador, que construyó una imagen que interpela al electorado de derechas: un hombre joven con formación en el exterior, casado y con un hijo.

Algunos vecinos afirman que sería imposible encontrar en este sitio a alguien de izquierdas o que simpatice con el presidente Gustavo Petro. Aseguran que algunos petristas incluso se han quejado de la repercusión mediática que ha tenido este atentado o han dado lugar a versiones conspirativas, sin pruebas, de que fue organizado por la propia derecha para desestabilizar al Gobierno. También señalan que es un barrio de clase media o media alta donde no abundan los apoyos al mandatario. Sin embargo, un hombre de 38 años pronto desmiente estas suposiciones.
Oscar Beltrán, un sociólogo que también es vecino del barrio, comenta que “está en las antípodas” y que no comparte nada con Uribe Turbay. Aun así, parece consternado mientras mira las velas en silencio. Dice que “la humanidad” del político trasciende la ideología. “Reflexiono que es supremamente grave lo que pasó, es volver atrás 30 años. Y pienso en cómo los esfuerzos que hacemos desde la academia no sirven de mucho”, explica. “Es la primera vez que muchos jóvenes ven un intento de magnicidio de un candidato presidencial. Es ver que las historias de terror que contaban los abuelos sí pasan”, añade. “Si llega a fallecer, sería desastroso, mandaría el mensaje de que la violencia puede ejercer el poder por encima del Estado”.
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