Desde el cónclave de 2013 en el que fue elegido el Papa Francisco, el mundo ha cambiado profundamente. Precisamente, fue en ese cónclave de 2013 donde a Jorge Mario Bergoglio se le adjudicó la modesta habitación de la Domus Sanctae Marthae que ha ocupado durante su papado renunciando así al lujoso apartamento papal.
Por larazon.es
Doce años después, los cardenales vuelven a reunirse en el Vaticano hoy para definir quién será el próximo sumo pontífice de la Iglesia católica. Esta congregación, que se hace a puertas cerradas, en un total aislamiento, es uno de los ritos más solemnes, secretos y simbólicos del catolicismo. Desde el momento en que los cardenales electores ingresan en la Capilla Sixtina hasta que sale el humo blanco que anuncia la elección, el mundo entero dirige su atención al corazón espiritual del Vaticano. Pero, ¿qué sucede realmente dentro de esos muros?
El cónclave no es solo un proceso electoral. Es un rito cargado de simbolismo, espiritualidad y continuidad histórica. En su interior se entrelazan siglos de tradición con el discernimiento espiritual de quienes representan a la Iglesia universal.
El término «cónclave» proviene del latín «cum clave», que significa «con llave», aludiendo al aislamiento bajo el que se desarrolla este proceso. Se instauró en 1274 por Gregorio X como respuesta directa a las dificultades extremas que se vivieron tras la muerte de Clemente IV en 1268. La sede papal quedó vacante durante casi tres años porque los cardenales no lograban ponerse de acuerdo en la elección del sucesor. El cónclave de Viterbo, donde se desarrolló esta elección, se volvió célebre porque las autoridades locales, desesperadas ante la parálisis, encerraron literalmente a los cardenales, redujeron sus raciones de comida e incluso quitaron el techo del edificio para forzarles a llegar a un acuerdo.
Desde entonces, los cardenales electores, que son todos aquellos menores de 80 años, celebran este cónclave en la Capilla Sixtina. La tradición dicta que éstos se alojen en la Domus Sanctae Marthae, una residencia dentro del Vaticano, donde cenan juntos la noche anterior y desde donde procesionan a las 16:30 vestidos con sus hábitos rojos y entonando el himno Veni Creator Spiritus de invocación al Espíritu Santo hasta el lugar en el que Miguel Ángel pintó el Juicio Final.
Dentro de la Capilla, uno de los cardenales pronuncia una breve meditación sobre la responsabilidad espiritual del acto que están por iniciar. Luego, los presentes prestan juramento solemne de secreto, prometiendo no revelar nada de lo que ocurra durante el cónclave, bajo pena de excomunión latae sententiae. Entonces, el maestro de las Celebraciones Litúrgicas, Diego Ravelli, proclamará el «Extra omnes» (todos fuera) y se cerrarán las puertas.
Solo permanecen dentro los cardenales electores y algunos oficiales indispensables, como el secretario del cónclave y el maestro de ceremonias. La Capilla queda sellada al mundo exterior. En esta elección participan 133 cardenales. Alrededor del 80% fueron nombrados directamente por el Papa Francisco.
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