
Roman Starovoit, hasta este lunes ministro de Transporte de Rusia, fue hallado muerto en su coche en las afueras de Moscú horas después de que Vladímir Putin lo cesara sin explicaciones. Las autoridades barajan el suicidio, pero su abrupta caída en desgracia —vinculada a un caso de corrupción en la construcción de defensas militares— deja más preguntas que respuestas en el opaco entramado del poder ruso.
Por Infobae
El cuerpo del ex funcionario, de 53 años, apareció con un disparo en la cabeza en el distrito de Odintsovo, según el Comité de Investigación. Junto a él había una pistola Makarov, un arma reglamentaria que le había sido entregada como condecoración en 2023.
Fuentes policiales citadas por medios rusos sugieren que se quitó la vida, aunque el momento —su destitución tras el caos en el transporte aéreo ruso provocado por drones ucranianos— y su conexión con un escándalo de malversación de fondos en Kursk, la región que gobernó, alimentan la sospecha de un final forzado.
Una carrera al amparo del Kremlin
Starovoit (Kursk, 1972) era un hombre de confianza de Vladimir Putin. Ingeniero de formación, escaló en la administración pública desde San Petersburgo —feudo político de Putin— hasta dirigir la Agencia Federal de Carreteras (Rosavtodor).
Su gestión eficiente en Rosavtodor no pasó desapercibida para Putin, quien en octubre de 2018 lo nombró gobernador interino de Kursk, su región natal. La designación tenía una lógica geopolítica evidente: Kursk linda con Ucrania, y el Kremlin necesitaba allí a un hombre de confianza absoluta. Starovoit sustituyó a Alexandr Mikhailov, al frente de la región durante 18 años, en lo que también se interpretó en su momento como un intento de renovar la envejecida administración regional.
En el nuevo cargo, Starovoit se destacó por su lealtad: apoyó sin fisuras la invasión de Ucrania, visitó territorios ocupados como Donetsk y se transformó en un entusiasta promotor de la movilización.
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