El Gobierno de Donald Trump puede un día lanzar un misil sobre una lancha procedente de Venezuela y matar a sus 11 tripulantes; y al siguiente, afirmar públicamente desde el corazón del Ejecutivo de México —diana habitual de sus amenazas— que va a haber más ataques de este tipo. Esto mientras su secretario de Estado, Marco Rubio, celebra, con el canciller mexicano al lado, “la cooperación histórica” que han alcanzado con la Administración de Claudia Sheinbaum. Cada uno de estos actos encajan en la narrativa que Trump ha impuesto en la región, reducida a una premisa básica para el mandatario: sea en forma de aranceles o disparos, el bastón de mando lo sigue teniendo él.
La matanza policial en Brasil reaviva el debate sobre cómo combatir el crimen organizado en América Latina
La operación policial que el martes dejó en Río de Janeiro un reguero inédito de muertos (121, según el último...
 
			 
    	 
		    







